Cuando comencé con este proyecto solo tenía en mente una actividad de trabajo que pudiera generarme un ingreso. Empecé comprando y vendiendo bisutería, piezas ya terminadas. Era algo súper práctico. Solo comprar y vender.
Pero al trascurrir los años comencé a aburrirme de ver siempre lo mismo y creo que eso fue lo que género que quisiera a interesarme por el diseño.
Recuerdo haber visitado una tienda que vendía materiales para elaborar bisutería. ¡Era un lugar soñado! Ver todos esos colores, piedras, texturas; juntas fue increíblemente mágico para mí, pensaba en todo lo que se podía hacer.
Así que no lo pensé dos veces y arrendé una oficina para tener nuestro primer taller. Dios puso en mi camino varias chicas con un talento bendito en sus manos y en un par de meses, con mucho amor y esfuerzo, Victorella se había convertido en mi sueño hecho realidad.
Pero un par de años más tarde, la situación política de nuestro país comenzó a agravarse, afectando nuestro ritmo de ventas y lamentablemente tuvimos que cerrar.
Fue un golpe duro para mí y para todo el equipo que conmigo trabajaba. Había pasado de un sueño hecho realidad a un doloroso fracaso, y a eso un tiempo después le sumé también una separación sentimental (pero ese cuento es muy largo, tendría que escribir otro artículo ja,ja,ja).
Sin embargo, decidí continuar. Con pasos pequeños, pero seguros, ya no existía el taller, pero si eventualmente diseñaba y confeccionábamos cosas nuevas.
Comencé a asistir a bazares y eventos donde se apoyaba el talento nacional en Venezuela. Y eso milagrosamente renovó mis energías.
Después tuve la oportunidad de viajar a Panamá con nuestros diseños, allá hice alianzas con tiendas que se mostraron interesadas por nuestros accesorios. Estaba feliz, pues el barco que se había anclado, por un tiempo, comenzaba a retomar su rumbo.
Dios recompensó esa constancia y nuevamente me dio la oportunidad de seguir creciendo, abriendo mi primera tienda física y segundo taller en 2017.
Armé un nuevo equipo de trabajo y juntas hemos superado todos y cada uno de los obstáculos que implican emprender en un país como Venezuela.
Y ¿recuerdan lo del cuento largo que les mencione hace unas líneas? Bueno, tuvo un final feliz, porque nos casamos en 2015.
A veces las circunstancias no son las mejores, pero un soñador no se rinde jamás, si el deseo de alcanzar tus sueños es real, podrás vencer cualquier obstaculo..
Así que si tienes un sueño, que anhelas cumplir, comienza a trabajar por él, no importa si tus recursos son escasos, comienza con poco, pero hazlo ahora.
Tu fe, tu constancia y esfuerzo te llevarán hasta él.
Con amor,
¡Una soñadora que no se rinde!